Por Altagracia Paulino
Se veía venir como la lluvia que anuncian las nubes grises y marrones que irremediablemente se forman en nuestro cielo, el acaparamiento, la especulación, la escasez real o ficticia de productos básicos y no tan básicos como medicamentos preventivos, curativos, pero las mascarillas que son ahora productos de primerísima necesidad aparecen en un “mercado negro” al precio del mejor postor.
En las redes circulan numerosos productos tradicionales como elementos para tratar el COVID-19, tal es el caso de clavo dulce, miel de abeja, anís de estrella, jengibre y sábila, entre otros que han sido acaparados y cuandoaparecen tienen precios inalcanzables.
Nos llegan denuncias de que el precio de los alimentos se ha disparado en la mayoría de los barrios de la capital y pueblos del país, algunas personas por las redes me reclaman por los altos precios de los alimentos y la especulación,con los artículos necesarios para evitar el contagio. Dicen que es criminal lo que ocurre con las mascarillas y los desinfectantes.
Desde mediados de marzo, el Observatorio Nacional para la Protección del Consumidor (ONPECO) advirtió que iba a pasar lo que estáocurriendo, no solo por el egoísmo de mucha gente que solo piensan en ellos, sino en la cultura del engaño que es el fundamento del comercio y del mercado en general.
Los primeros productos que desaparecieron del mercado desde el viernes 13 de marzo fueron el alcohol, las manitas limpias, las mascarillas, el jabón de cuaba, las vitaminas C en todas sus presentaciones y marcas, los wapes de cloro para desinfectar áreas pequeñas, Lysol y cientos de productos importados que dejaron vacíos hasta la fecha los anaqueles donde eran colocados.
Las quejas de las familias son interminables, los precios de los alimentos se disparan en un momento que resulta criminal que suceda sin que haya consecuencias.
El libre mercado está afectado porque en medio de una pandemia y en un Estado de Derecho, la administración, entiéndase el Estado, no debe permitir que ocurra la especulación y que exista un mercado informal donde el afán de lucro prima sobre la solidaridad.
En Chile fueron sometidos a la justicia los supermercados que alteraron los precios en medio de la pandemia y aquí la administración puede apoyarse en el Código Penal, en sus artículos 419 y 420 que protege a los consumidores de engaños.
Cuando estuvimos al frente de PROCONSUMIDOR, esos artículos del Código fungieron como auxiliares de la ley 358-05 para actuar ante los diferentes delitos y faltas que descubrimos en las malas prácticas comerciales que afectaron los intereses de los consumidores.
Antes de que llegara la pandemia, había que asumir una actitud clara frente al peligro, no solo en lo referente a la salud sino a todas las previsiones que implica enfrentarse a lo desconocido.
Tenemos productos locales y ojalá se incremente la oferta en el mercado porque existen artículos que no son tan básicos como el jengibre, que quien lo tiene pide 300 pesos y más por una libra que antes de la crisis costaba 35 pesos, un sobrecito de clavos dulce de unas 25 unidades que costaba 20 pesos donde aparece piden más de 200 pesos.
Las organizaciones de consumidores y los ciudadanos deben denunciar los lugares donde se abusa con precios especulativos en medio de la crisis, lo cual es criminal.
La situación que vive el mundo y que afecta al país reclama despojarnos del egoísmo, y poner por encima de todo la solidaridad porque es una lucha contra la muerte la que se libra y es la que al final nos hace iguales.
