La situación: despertar de forma repentina; notar una presión en el pecho, como si alguien se sentara encima -no se puede respirar profundamente-, y ser incapaz de mover extremidades, tronco y cuello; aunque se mantiene la capacidad auditiva y táctil, no se puede mascullar ni una palabra; muchos, incluso, pueden sufrir alucinaciones visuales o auditivas… Todo ello provoca una sensación de vulnerabilidad y muerte, y una gran angustia.
Descrito así, parecería el relato de una experiencia paranormal. Sin embargo, tal y como recoge la «Clasificación Internacional de Trastornos del Sueño» de la Academia Americana de la Medicina del Sueño, este episodio se denomina parálisis del sueño. El «Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales» (DMS) de la Asociación Americana de Psiquiatría, la clasifica dentro de las parasomnias no especificadas (una parasomnia es un trastorno caracterizado por comportamientos o fenómenos fisiológicos anormales que tienen lugar coincidiendo con el sueño). Según el DMS, estas situaciones pueden darse al acostarse (hipnagógicos) o al despertar (hipnopómpicos) y el afectado siente ansiedad extrema, a veces, con sensación de muerte inminente. Dura de pocos segundos a unos minutos y cede de manera espontánea si otra persona le toca. La parálisis del sueño, en ocasiones, puede ser un síntoma de narcolepsia.
La parálisis del sueño: ¿por qué sucede?
El sueño normal consta de dos periodos bien diferenciados: el sueño lento o no REM (abreviación de rapid eyes movement) y el sueño paradójico o REM. El sueño no REM consta de cuatro fases bien diferenciadas: primero coincide con una relajación generalizada y, progresivamente, la actividad del cerebro se ralentiza y también el sistema muscular hasta quedar en reposo total.
Después, empieza la fase REM, donde, de nuevo, el cerebro tiene mucha actividad, similar a cuando está en vigilia, pero el cuerpo sigue en reposo. Es en este periodo donde se sueña y se capta gran cantidad de información del entorno. La parálisis del sueño se da justo en esta fase. Por este motivo, provoca los síntomas característicos habituales de esta etapa: la atonía muscular por la supresión de la función de las neuronas motoras. Este mecanismo evitaría movimientos que podrían lesionar mientras se duerme y desaparece al pasar a la siguiente fase del sueño.
Algunos estudios cifran su prevalencia entre el 0,3% y el 4% de la población en general y, entre los factores que predisponen a sufrirla, están hábitos irregulares de sueño, como les sucede a las personas que trabajan a turnos, tener con frecuencia jet-lag, privación prolongada del sueño, estrés, cansancio excesivo e, incluso, dormir en posición de decúbito supino. Sin embargo, algunos estudios aseguran que la parálisis del sueño solo asociada a una mala calidad del descanso se da en el 49% de los afectados.
Cómo disminuir los episodios de parálisis del sueño
Así, para reducir los episodios, puede ser útil seguir unos hábitos de descanso adecuados:
- Hacer ejercicio de tres a seis horas antes de acostarse.
- Dormir las horas suficientes.
- Reducir el estrés.
- Seguir unos buenos hábitos de alimentación.
- No consumir bebidas excitantes, como la cola, el té, el café o el chocolate, antes de acostarse.
Por norma general, esta parasomnia no provoca ninguna complicación, por lo que si no se acompaña de otros síntomas de narcolepsia, no hace falta realizarse ningún estudio.