No somos iguales, pero ahora nos parecemos

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Altagracia Paulino

Desde siempre se ha buscado el elixir de la juventud, es que existe una resistencia férrea al envejecimiento, y no ha aparecido el freno para detener las arrugas y el reflejo del paso de los años en nuestros cuerpos.

Empero, la ciencia y la tecnología han propiciado numerosas ayudas para una nueva apariencia física tanto a los hombres como a las mujeres.

La sociedad de consumo ha impuesto el molde y ha facilitado los medios para que desaparezcan las señas del tiempo en las frentes, los labios, la nariz y en casi todas las partes del cuerpo humano, sin tomar en cuenta que envejecer es lo natural porque el tiempo que pasa no vuelve.

Desde la cirugía estética, el bótox, el ácido hialurónico, el hilo de oro, las micropigmentaciones, las uñas acrílicas, las extensiones de pelo. Los implantes dentales, de senos, de glúteos y de cabellos (ya casi no hay calvos y si los hay es por no tener dinero) y muchos otros que implican un nuevo modelo de apariencia física.

Tanto ha aportado la ciencia, que recientemente mi esposo y yo quedamos deslumbrados con una rubia despampanante, una melena hermosa, un traje precioso, unos tacones de ensueños, la seguimos con la mirada, era impresionante, pero hubo algo que no encajaba bien con una verdadera rubia, su esqueleto. Un señor que la conocía nos insinuó que era una trans.

También conozco mujeres que han transformado sus figuras y que, algunas, que tenía mucho sin verlas, se ven muy bien, espectaculares; en fin, él o las que tengan los medios para esos cambios que se los hagan, es parte del paquete que nos ha traído la sociedad líquida.

En días recientes estuve en una tienda en la avenida Duarte, había cuatro mulatas con el mismo trasero, más adelante vi otras mujeres con nalgas parecidas a las que vi en la tienda y en el aeropuerto vi a muchas con posaderas similares y llegué a la conclusión de que hay un molde.

Igual ocurre con la línea de expresión en el entrecejo, el bótox se ha ocupado de su desaparición. Ya casi nadie tiene el “enchufe” como diría mi nieto a esas líneas que se forman y de la que Mao Tse Tung decía “al fruncir el entrecejo se viene a la mente un plan”. Nadie podrá mostrar en que está pensando.

Los seres humanos somos únicos e irrepetibles, pero con estos mecanismos para ocultar la vejez, nos parecemos todos.

El molde de borrar las huellas del tiempo, con los métodos similares, ha propiciado un parecido enorme. Los que se han puesto Botox tienen las mismas señales: borradas las arrugas.

Todo me recuerda la expresión del escritor Eduardo Galeano: “se invierte 5 veces menos para curar el Alzhéimer que al estímulo para la sexualidad masculina y a la silicona para la belleza femenina. Tendremos viejas con pechos enormes y viejos con miembros duros…y ninguno recordará para qué sirven”.

Después de todo, lo único que recomiendo es cuidar las tetas, pero sin perder la testa.

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