LA CULTURA DEL ENGAÑO HACE VULNERABLE LA DEMOCRACIA

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ALTAGRACIA PAULINO

Si todos los políticos que resultan premiados con el triunfo en las elecciones mantuvieran el discurso con el que ganaron la simpatía de los votantes mientras estaban en la oposición o en campaña; si al llegar a los puestos en la administración sostuvieran al menos la intención de ir a servir como empleados de todos los dominicanos, se ganaría la confianza que necesitamos para creer en la democracia.

Al pasar los tiempos, nos damos cuenta de que los discursos cambian al día siguiente de haber llegado al poder, ya sea por los compromisos con sectores de los que recibieron apoyo para la campaña, por temor a chocar con determinados intereses, o por no contar con la convicción de lo que significa el compromiso con el país y con esa gente de a pie que hizo posible el ascenso.

El cambio de discurso genera desconfianza, y es la razón por la que la gente no cree en los políticos, porque la sonrisa del afiche o del contacto en el fragor de la campaña se desdibuja y se vuelve una mueca cuando están en la cima y desdicen todo lo que habían afirmado como promesa.

La falta de credibilidad en los que cambian de discurso, se les añade a las entidades dirigidas por ellos y se genera la desconfianza en las instituciones públicas; la que ha devenido en una crisis sistémica en nuestra incipiente democracia, donde las leyes son una especie de adorno cuando favorecen a los más vulnerables, pero de aplicación obligatoria cuando benefician a sectores influyentes.

En nuestra joven democracia, en la que se pretende la construcción del Estado Social y de Derecho, conforme a la Constitución del 2010, se dan componendas que producen frustraciones y hasta ganas de llorar: los concursos, las subastas del gobierno, las ternas, los empleados de carrera y otras maniobras que se convierten en señales negativas.

Los concursos convocados para optar por cargos son de mentira, pasan los que han sido previamente señalados, las ternas son una formalidad, porque se elige a uno de tres, pero ese “uno” fue previamente elegido, las subastas, un poderoso dueño de varias empresas que pujan por un bien siempre sale beneficiado, y el empleado de carrera entra si el encargado de personal lo deja.

Es que las debilidades de la administración comienzan cuando se hace promesas y no se cumplen, cuando las leyes son adornos. Por ejemplo, la ley 125-01 de electricidad, establece resarcir a los usuarios del servicio con el 150% del costo de la factura, eso figura en el párrafo II del artículo 93 de la ley, sin embargo, conforme a un cálculo realizado por FUNDECOM, la deuda por hora de apagones desde el 2003 al 30 de septiembre de este año es de más de 223 mil millones de pesos. Nos enteramos de que cuando se discutía el fallido pacto eléctrico, los representantes de FUNDECOM se mantuvieron firmes reclamando el cumplimiento de la Ley. Mientras tanto, las EDES suspenden el servicio si no se paga a tiempo, dan apagones sin treguas. Si ese monto se le debiera al sector empresarial ya no fuera deuda.

Nuestra joven democracia es una caricatura forjada en el engaño, debemos mejorarla. Para ser creíbles, debemos hacer cosas increíbles, como decir siempre la verdad, desde el gobierno y desde la oposición.

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