El agua que nos quita la sed, el sueño y los sueños

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Por Altagracia Paulino 

La teníamos tanto y cerca que no la consideramos un tesoro; estaba tan ligada a nuestras vidas que nunca le calculamos un valor económico, por ser tan natural nunca la vimos como un recurso y solo nos ilusionábamos con el brillo del oro, de los diamantes, el verde de las Esmeraldas ylas tonalidades de las piedras preciosas,queera para los humanos lo que en realidad valía en tanto símbolos de riquezas.

La búsqueda de la riqueza está vinculada a la felicidad y de ahí surgió la fiebre del oro, la que sigue,pero regulada por grandes compañías mineras; antes cualquiera buscaba oro y se enriquecía, ya no, solo se les permite a las mineras, cuyo origen fueron los buscadores de oro, que arriesgaron sus vidas en busca de ser ricos mediante el valor que los seres humanos le hemos dado al mineral.

 

Igual que en Sudáfrica, con los diamantes, que dieron origen a la novela “Las minas del Rey Salomón”, que, a decir de Silvio Rodríguez, “no estaban en el cielo, sino en el África Ardiente” y tan codiciados que se crearon dispositivos de rayos X y otras tecnologías para determinar si algún empleado se llevaba en sus intestinos algunas chispitas de diamantes.

Hace cerca de 30 años, mientras estudiaba en Israel, un profesor judío nos decía que la tercera guerra mundial iba a ser por agua, lo dudábamos entonces,y asumíamos sus cátedras sobre el tema debido a que ellos viven prácticamente en el desierto, el cual han doblegado e incluso dedican recursos, tiempo y energía para buscar soluciones al problema del agua. Recién idearon un sistema para extraer el agua del aire, una especie de condensador.

El agua tiene en estos momentos un valor que supera el del oro y los diamantes, porque esos minerales sirven para adornar nuestro ego y vanidad. El agua es un asunto de vida, por esa razón la ONU define el recurso como un derecho humano, no como un bien económico.

Valoramos el agua cuando tenemos sed, cuando escasea, cuando debemos pagar muy caro un botellón que antes de la pandemia costaba 40 pesos y durante la pandemia ha subido hasta costar 85 pesos.

La falta de agua nos quita el sueño igual que la amenaza de no contar con ella, y, mucho más con las intenciones “legales” de privatizar el recurso para que sea un bien económico y no un derecho humano al que todos debemos tener acceso por igual, para la sostenibilidad de la vida.

El agua de los sueños: Caminar bajo la lluvia, dormir durante la lluvia, bañarse en un aguacero o en un gran rio para sofocar nuestro eterno calor, pero, además, pensarla como derecho nos coloca en lo hermoso que sería si todos los hogares dominicanos tuvieran agua no solo para saciar la sed, sino para garantizar la buena salud que depende de ella.

Nunca olvidaré que de niña tomábamos el agua de las llaves y creo que es posible volver a ello si se les devuelve a los gobiernos locales la función de manejar el recurso, que el gobierno central haga alianza con los cabildos y los dotes de todo lo necesarios para que, como derecho, la población reciba agua de calidad, a buen precio-porque no puede ser gratis para que se valore- pero manejado por la administración, nunca por un privatizador. Chile privatizó hace 40 años y hoy carece de agua.

 

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